El orgasmo femenino


Botones obedientes.

El ritmo lento de la cremallera.

Gracias que no piden permiso.

Cierro los ojos.

La mente en blanco.
En rojo.
No, mejor en negro.

Puedo sentir cada centímetro de mi cuerpo.

Un susurro al oído.
Un beso en el cuello.

Mi piel se pone en guardia.

Un dedo repasa mis labios.

Mi lengua investiga.
Lo saborea.

Zigzaguea húmedo hacia mis pezones.
Los bordea.
Los pellizca con suavidad.

Adivino unos labios bajando por mi vientre, despacio, recreándose en mi ombligo.
Posándose dulcemente sobre mis braguitas.

Millones de partículas bullen dentro de mí.

Un suave roce avanza por el interior de mi muslo.

Cómplice de mis deseos se cuela entre mis piernas.

Me acaricia.

Me hace estremecer.

Mi excitación se desborda.

Muerdo mi labio inferior.

Mis manos apresan las sabanas.

Aprieto las nalgas.

Suspiro entre cortada.

Me entrego a la más bella agonía.

Siento que voy a explotar.

El blanco lo inunda todo.

Solos escucho un lejano tic-tac.

Estoy flotando.

¿Cuánto tiempo llevo aquí?

Veo una puerta. Se abre.

Siento un hormigueo.

Algo me empuja hacia ella.

Es el latido de mi corazón.

Ven aquí.
Abrázame.


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