En el principio

ÉL recordaba una sensación de sorpresa, y después una caída, pero eso era todo. Después, se limitó a esperar.

Esperó mucho tiempo, pero no le costaba nada, porque la memoria no existía y nada había chillado todavía. Por lo tanto, ÉL no sabía que estaba esperando. En aquel momento, no sabía nada. ÉL simplemente existía, sin posibilidad de medir el tiempo, sin posibilidad ni siquiera de engendrar la idea del tiempo.

De modo que esperó, y observó. Al principio, no había gran cosa que ver: fuego, piedras. Agua y, por fin, pequeñas cosas que se arrastraban, que empezaron a cambiar y aumentaron de tamaño al cabo de un tiempo. No hacían gran cosa, salvo comerse mutuamente y reproducirse. Pero no había nada con lo que compararles, de modo que durante un tiempo eso fue suficiente.

El tiempo transcurrió. ÉL vio que las cosas grandes y las pequeñas se mataban y devoraban mutuamente sin propósito alguno. Mirar eso no proporcionaba un verdadero goce, pues no había nada más que hacer y había muchas más cosas. Pero daba la impresión de que ÉL no podía más que mirar. Así que empezó a preguntarse: ¿por qué estoy mirando esto?

ÉL no descubría la menor lógica en todo lo que ocurría, y no podía hacer nada al respecto, pero allí estaba, observando. ÉL reflexionó sobre el problema durante mucho tiempo, pero no llegó a ninguna conclusión. Aún no había forma de meditarlo a fondo. La idea de un propósito aún no existía. Sólo existían ÉL y ellos.

Había muchos, y cada vez más, ocupados en matar, comer y copular. Pero sólo había un ÉL, y no hacía ninguna de estas cosas, de modo que ÉL empezó a preguntarse el motivo. ¿Por qué ÉL era diferente? ¿Por qué era tan diferente de todo lo demás? ¿Qué era ÉL? Y si era algo, ¿debía hacer algo también?

Comentarios

  1. :O Muy buena entrada. Está muy bien escrita, de verdad!!!! Deberías seguirlo, sin ninguna duda!!!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El orgasmo femenino

En el principio V

En el principio VII