En el principio IV

Durante un tiempo, le bastó con desplazarse en las cosas-monos a matar. Pero hasta eso terminó siendo aburrido debido a la simple repetición, y de vez en cuando ÉL pensaba de nuevo que tenía que haber algo más. Existía aquel fascinante estremecimiento de algo indefinible en el momento de matar, la sensación de algo a punto de despertar, y después se adormilaba otra vez, y ÉL quería saber qué era.

Pero pese a las numerosas ocasiones, pese a las numerosas cosas-mono diferentes, jamás podía acercarse a esa sensación lo suficiente para descifrar qué era. Lo cual provocaba que ÉL deseara saber más.

Transcurrió muchísimo tiempo, y ÉL empezó a amargarse de nuevo. Las cosas-mono eran demasiado sencillas, y lo que ÉL hacía con ellas no era suficiente. Empezó a sentirse ofendido por su existencia estúpida, absurda y repetitiva. arremetió contra ellas una o dos veces, con el deseo de castigarlas por sus sufrimientos tontos y carentes de imaginación, y azuzó a su anfitrión a matar familias enteras, tribus enteras. Y mientras morían, aquella maravillosa insinuación de algo más colgaban lejos de su alcance, y después volvía a adormecerse.

Era furiosamente frustrante. Tenía que existir una forma de descubrir qué era aquel algo escurridizo y dotarlo de existencia.

Y después, por fin, las cosas-mono empezaron a cambiar. Al principio fue muy lento, tan lento que ÉL ni siquiera se dio cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que el proceso ya estuvo en marcha. Y un maravilloso día, cuando ÉL entró en un nuevo anfitrión, la cosa se alzó sobre sus patas traseras y, mientras ÉL se preguntaba qué estaba pasando, la cosa le dijo <<¿Quién eres?>>.

Un placer aún más extremo siguió a la sorpresa extrema de aquel momento.

ÉL ya no estaba solo.

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